Así perciben los niños y niñas a sus papás y mamás, como perfectos, dioses que nunca fallan y que siempre tienen la respuesta correcta a sus preocupaciones y problemas. Ciertamente que esta no es una imagen real, pero eso sólo lo sabemos los adultos.
Contribuímos a mantener esa imagen y a fortalecerla evitando hablar de los errores que hayamos cometido. La tendencia adquirida durante decadas, y aprendida desde tiempos ancestrales, es ocultar nuestras debilidades a los niños, creyendo que si las vieran nos perderían el respeto. Sin embargo, todos a medida que crecemos descubrimos que nuestros padres y madres no eran perfectos, y no por ello hemos dejado de respetarles, (a no ser que hayamos sido muy golpeados).
En el otro extremo se encuentran aquellas personas que se muestran contínuamente débiles frente a sus hijos, esperando que asuman una responsabilidad que no les corresponde. En esta situación ponemos una pesada carga sobre unos hombros que aún no están maduros.
El punto medio es el más adecuado. Para ello, no ocultemos las equivocaciones, y si es posible digámos qué hemos hecho para corregir, pero no esperemos que sean los peques quienes encuentren una salida a las dificultades que tenemos en la vida. Cuando estamos preocupados, los niños y niñas lo perciben, así que no tratemos de ocultarlo. Más bien, seamos un modelo que muestre maneras adecuadas de manejar la frustración. Toda equivocación esconde una oportunidad de aprendizaje. Si la aprovechamos, se da el crecimiento, aprovechandose entonces las emociones que se manifiestan, como combustible para crear una vida equilibrada.
Teresa García.
Psicologa Clínica.
Encuentra más ideas y recursos en Sin Castigos.
Contribuímos a mantener esa imagen y a fortalecerla evitando hablar de los errores que hayamos cometido. La tendencia adquirida durante decadas, y aprendida desde tiempos ancestrales, es ocultar nuestras debilidades a los niños, creyendo que si las vieran nos perderían el respeto. Sin embargo, todos a medida que crecemos descubrimos que nuestros padres y madres no eran perfectos, y no por ello hemos dejado de respetarles, (a no ser que hayamos sido muy golpeados).
En el otro extremo se encuentran aquellas personas que se muestran contínuamente débiles frente a sus hijos, esperando que asuman una responsabilidad que no les corresponde. En esta situación ponemos una pesada carga sobre unos hombros que aún no están maduros.
El punto medio es el más adecuado. Para ello, no ocultemos las equivocaciones, y si es posible digámos qué hemos hecho para corregir, pero no esperemos que sean los peques quienes encuentren una salida a las dificultades que tenemos en la vida. Cuando estamos preocupados, los niños y niñas lo perciben, así que no tratemos de ocultarlo. Más bien, seamos un modelo que muestre maneras adecuadas de manejar la frustración. Toda equivocación esconde una oportunidad de aprendizaje. Si la aprovechamos, se da el crecimiento, aprovechandose entonces las emociones que se manifiestan, como combustible para crear una vida equilibrada.
Teresa García.
Psicologa Clínica.
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4 comentarios:
Gracias por esta entrada.
Una entrada muy valiosa. Como todas las que haces!!
Gracias por iluminarnos. Y gracias también en nombre de todos los niños :)
qué razón tienes. yo no recuerdo exactamente cómo se comportaron mis padres al respecto, sólo sé que el día que descubrí que no eran perfectos me sentí muy defraudada, y no quiero que a mis hijos les ocurra los mismo...
De estos temas delicados me gusta leer, para encontrar respuesta a cómo frenar un círculo vicioso intergeneracional, yo stoy en la lucha. Gracias por aconsejarnos.
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