Ya no puedo más...

miércoles, 2 de marzo de 2011


Con esa frase comienzan la consulta varias personas. Es una frase especialmente singnificativa si quién dice esas palabras es un padre o una madre porque la convivencia con su hijo se está haciendo muy difícil. Cuando un progenitor llega a esta situación, se encuentra sin energía para continuar. Llega a la consulta en un estado en el qué necesitan primero una terapia para bajar el nivel de estres, ansiedad, etc. y una vez conseguido ese primer objetivo se está en condiciones de aprender nuevas maneras de relacionarse con los niños.
Mientras tanto pequeños como mayores están sufriendo en casa una relación insostenible. Los sentimientos de culpa campan a sus anchas en unos y en otros. Los infantes no saben a ciencia cierta en que fallaron, y los adultos, aunque parezca contradictorio, tampoco. Además es fácil encontrar incomprensión en el círculo que nos tendría que ayudar a encontrar algunas respuestas.

Los sentimientos proveen de energía o consumen energía. La culpabilidad consume energía, la ira, la rabia, etc. son grandes quemadores de energía. El amor, la gratitud, etc. son grandes creadores de energía. Con esto quiero decir que cuando existe una relación familiar estresante, todas las personas implicadas están teniendo considerables pérdidas de energía en su hogar. Como consecuencia, cada vez se sentirán más cansadas. Los menores de edad lo manifestarán de una forma y los adultos de otra. Lo más preocupante de esta situación es que las personas capacitadas para detectar los escapes, muchas veces carecen de las herramientas adecuadas para frenarlos.

Unas sesiones de relajación (meditación, tai chi, chi kung, yoga, etc) serán de gran ayuda para recuperar, pero no dejan de ser un parche si no se encuentra y se repara el "agujero" por el qué escapa la energía. Dicho agujero está en el uso de nuestra palabra. Podemos autoobligarnos y obligar a otros con palabras como "siempre", "nunca", "tengo que", etc. Un primer nivel en ese trabajo es detectar cada vez que las usamos. Un segundo nivel consiste en aprender a traducir las frases en las que las usamos por otras más respetuosas con nosotros mismos. Y la práctica nos dará el tercer nivel, en el que, al menos por "ese lugar" no hayan fugas irreparables de energía.

Teresa García.
Psicologa Clinica.

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